"Todos los hombres son nuestros enemigos...¡nuestros malditos enemigos!"

 


La acción está ambientada en el mismo año que se rueda, en el barrio de Gion, en Kioto, en su momento en ese rincón uno podía encontrar a los artistas y artesanos de la población, así como un buen número de geishas. Umekichi (Yôko Umemura) y Omocha (Isuzu Yamada) son dos hermanas dedicadas a ese oficio; pero no tienen dinero y ni siquiera un "patrón" rico que las mantenga. Omocha tiene una visión más moderna de su oficio y se ve a sí misma como un mero juguete de los hombres, así que no le tiembla el pulso para pensar en engaños y obtener lo que quiere: el lujo. 
Su hermana es más leal y tradicional y ante la quiebra de uno de sus clientes, el señor Furusawa, se apiada de él y lo acoge en su casa.



Los diferentes caminos que toman las hermanas, como burla del destino o crueldad de los hombres, las terminan llevando a una triste conclusión.
Fue el segundo film sonoro de Mizoguchi, fue un fracaso a tal punto que su productora quebró y ensombreció el ingreso al cine sonoro del realizador japonés.


En la copia que se puede obtener, aunque sufre el paso del tiempo, se puede disfrutar la técnica del maestro: sus juegos con las luces y las sombras, los planos secuencias, los encuadres y sus grandes angulares, la profundidad del campo.
Y el tema femenino, donde en la década del 30 el oficio de la geisha estaba realmente sumergido en la mera prostitución y sin embargo Mizoguchi lo plantea con gran valentía. 


Fue a través de la investigación sobre esta película que me entero que la hermana del cineasta fue geisha, obligada por el padre y que lo ayudó económicamente en sus primeros años profesionales. Nunca la tuvo fácil por sus temas recurrentes sobre la condición de las mujeres y también sus ideas socialistas en un Japón Imperial. Pero no desistió e hizo la diferencia.


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